Casa Ancestras nace del deseo profundo de transformar el cuidado de la piel en un camino de bienestar real.

Fundada por Abril Sandoval—facialista, terapeuta ayurvédica y formuladora orgánica— este espacio fue creado para acompañar a mujeres que ya lo han probado todo… y que buscan algo más: resultados visibles, ingredientes vivos y una experiencia que también nutra el alma.

Rescatamos saberes de distintas tierras ancestrales —México, India y Patagonia— para crear tratamientos y productos que respetan el ritmo de tu cuerpo y la verdad de tu piel.

Por eso nos llamamos Casa Ancestras: porque creemos que estas Ancestras son las tierras que durante milenios han nutrido a la humanidad con los elementos necesarios para equilibrarnos y sanar.

Cada línea lleva su nombre como homenaje: Ancestra India, Ancestra Patagonia, Ancestra Mexicana… Porque no solo honramos ingredientes, sino toda una visión ancestral del bienestar.

Antes de fundar Casa Ancestras, yo también vivía con prisa. Saltando de trabajo en trabajo, comiendo a medias, durmiendo mal, siempre con la sensación de que algo no estaba bien… pero sin tiempo para escucharlo.

Mi cuerpo me lo gritaba: inflamación, acné, ansiedad, cansancio crónico. Lo intenté todo: dietas extremas, productos “ultra especializados”, tratamientos dolorosísimos, madrugadas de spinning y noches eternas de pechuga asada. Por fuera parecía que todo estaba bien. Por dentro, estaba agotada.

Y un día, lo supe: esa vida no era para mí.

Me fui a Chile con una mochila y una amiga. Lo hice por instinto, no por estrategia.Y ahí, por primera vez, volví a preguntarme:

¿Quién soy yo cuando nadie me mira?

Descubrí el Ayurveda, no como una moda, sino como una forma de volver a mí.

Aprendí que el cuerpo no se castiga: se escucha. Que la piel no se tapa: se respeta. Que el cuidado no tiene que doler para ser real.

Así nació Casa Ancestras: un espacio para volver al origen. A lo natural, a lo sensato, a lo que sí nutre.

Al conocimiento que nos enseñaron nuestras ancestras —las de México, las de India, las de la Patagonia— y que hoy vuelve a cobrar sentido.

Hoy tengo casi 40 años.

Mi piel ya no es la misma, y eso está bien. Lo que me preocupa no es envejecer: es que tantas mujeres lo hagan desde el miedo. Desde la presión. Desde la necesidad de arreglarse todo el tiempo.

Yo quiero ofrecerte otra opción. Una que no lastime.

Una que no prometa juventud eterna, sino salud profunda.

Una que te diga: está bien ser tú.

Porque no estás rota.

Porque no necesitas corregirte.

Porque si algo me ha enseñado este viaje,

es que la belleza real no se impone ni se finge:

se descubre cuando te escuchas de verdad.